Durante tres años fue el atleta de fondo y medio fondo más veloz en las pistas chilenas y se convirtió en una figura pública
En España se le reconoce oficialmente como el primer “maratoniano” y “mediomaratoniano” español
Juan Antonio García-Cuerdas
El año 1889 Mallorca se vio convulsionada por una severa crisis agraria cuyas consecuencias recayeron principalmente sobre la población rural de la Isla. Las expectativas económicas se tornaron sombrías y con posibilidades de agravarse aún más. La familia Creus Font, residente en Hostalets, entonces un suburbio agrícola de Palma de Mallorca y hoy un barrio integrado en la ciudad, tomó la decisión de buscar un mejor porvenir emigrando fuera de la Isla. Coincidió esta coyuntura con la presencia de agentes del gobierno chileno que se hallaban en Palma contratando inmigrantes por mandato de este, el que ofrecía pasajes subsidiados para asentarse en el país. Siendo este factor determinante para que fuese Chile el destino elegido por la familia. A mediados de 1890 ya se encontraban establecidos en Santiago Juan Creuz junto a su mujer, Bárbara Font, y sus cuatro hijos de corta edad: Juan (1880), Margarita (1884), Ángela (1886) y Antonio (1888).
El acomodo al nuevo horizonte de vida y trabajo en Chile fue laborioso y no exento de dificultades. Juan Creuz (así, con una zeta final, quedó inscrito el apellido en el Registro Civil chileno), con la ayuda de su hijo mayor, logró establecer una carpintería que derivó más tarde en un taller de reparaciones de carruajes y carrocerías en el barrio Independencia. El domicilio familiar lo establecieron en la calle Campo de Marte, actual Almirante Latorre (en Santiago poniente). El menor de los hijos, Antonio, siendo un joven adolescente, comenzó a desarrollar sus innatas habilidades atléticas ejercitándose en el Parque Cousiño (hoy Parque O’ Higgins), situado a corta distancia de su hogar. Durante la semana las prácticas extenuantes se repetían día tras día. Los domingos participaba en competencias amateur, que lo llevaban en ocasiones a correr por calles adoquinadas y rutas pedregosas de Santiago y sus alrededores. Paulatinamente se fue transformando en un insuperable corredor de fondo y medio fondo.
El año 1908 ganó la denominada marathon a Maipú, si bien la distancia era inferior a la oficial. El mismo año ganó otra prueba de 32 km en el picadero de la Quinta Normal, batiendo a Martiniano Becerra, el hasta entonces campeón chileno. El reconocimiento público y oficial del liderato de Creuz llegaría en enero de 1909, luego de su participación en los primeros “Juegos Olímpicos” chilenos, desarrollados en el Parque Cousiño y el Club Hípico. La principal prueba atlética fue la de cross country con obstáculos sobre 10.000 m, que ganó, venciendo otra vez a Becerra, quien poco después decidió retirarse de las grandes pruebas, “abandonando en manos de
Creuz el campeonato de Chile”. No obstante, la consagración definitiva de Creuz se produciría el domingo 2 de mayo de 1909, cuando corrió la primera maratón oficial chilena sobre la distancia de 42 km en el Hipódromo Chile. Ese día un gran número de espectadores llenó las gradas para animar, junto a la banda del regimiento Pudeto, a los mejores fondistas del país. A las 2 p.m. se dio inicio a la prueba. Creuz partió en posiciones secundarias y luego de las primeras vueltas tomó la delantera, que mantuvo hasta el final de la carrera, convirtiéndose en el primer ganador de una maratón oficial local.
El siguiente año, 1910, sería un período pleno de festejos para Antonio Creuz que ganó diversas pruebas, desde “el record de la hora” hasta carreras sobre 10.000 m y sobre una milla. Creuz, para entonces, reinaba sin contrapeso en el atletismo local. La siguiente maratón oficial la corrió el 24 de mayo de 1910 en Buenos Aires, en el marco de los llamados “Juegos Olímpicos del
Centenario”. Fue la primera maratón oficial argentina y se efectuó en la Sociedad Sportiva de la ciudad. Participaron ocho corredores de cinco nacionalidades, entre ellos destacaba el italiano Dorando Pietri, “campeón sin corona” en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres en 1908 y una celebridad internacional, quien a la postre se llevó la victoria con la mejor marca de su carrera, 2h 38’ 48”. En segundo lugar quedó Creuz con 2h 45’ 04”. Cuatro días después, el 28 de mayo, ante veinte mil espectadores, nuevamente se enfrentaron en una media maratón de 20 km, que también ganó el italiano con 1h 11’ 37”, seguido por Creuz con 1h 14’ 15”.
Era tal la fama de Creuz que durante enero de 1911 recorrió el norte de Chile, junto con el reconocido fondista Martiniano Becerra, efectuando exhibiciones competitivas en varias ciudades con gran éxito de público. Sin embargo, estando en su plenitud física, inició su paulatino alejamiento de las competencias atléticas, que se materializó en 1912. Sus obligaciones laborales en una fábrica de zapatos y la formación de una familia (sería padre de cuatro hijos), le restaron posibilidades de entrenar y mantener un primer nivel competitivo. Pocos años después se estableció con una bodega de venta mayorista de papas en el sector de la Vega central de Santiago.
A pesar de ser hoy un virtual desconocido, Antonio Creuz se ganó un lugar en la historia de las competencias atléticas chilenas y españolas. Óscar Fernández, en la revista Atletismo Español de la Real Federación Española de Atletismo (nº 684, 2015), señala que Creuz “el año 1909 se convirtió en el primer maratoniano español al vencer en la primera edición de la maratón de Santiago de Chile” (En España la primera maratón se efectuó en Barcelona el año siguiente, enero de 1910). Prosigue la publicación, “Creuz se enfrentó directamente y en dos ocasiones con Dorando Pietri, el atleta más mediático de la época, y en ambas sucumbió, pero sus resultados son de un altísimo nivel”. Su marca en 1910 fue 2h 45’:04 (la onceava mundial ese año según la Association of Road Racing Statisticians), dos años antes, el oro olímpico en la maratón de Londres de 1908 se había ganado con 2h 55’:18”.
La logros de Creuz en la historia del atletismo local lo encumbraron a lo más alto durante varios años y dejaron una huella indeleble en el deporte chileno y español. Que estas breves líneas sirvan para reconocer a este inmigrante hispano que como muchos otros, en tantas y tan variadas áreas de la realidad chilena, aportaron al desarrollo del país en esta época contemporánea.
Fuentes: Testimonios de José Antonio Creuz Vargas. A. Acevedo y J. Gálvez, Plaza y la Marathon: historia completa de la maratón en Chile…, 1928. El Mercurio, 5.09.2015, Claudio Herrera.