La partida del señor Sacristán

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Por Ignacio Torrontegui M.

Hace solo unos días me enteré de que Emilio, en silencio y sin avisar, emprendió un nuevo viaje, uno distinto a los que hasta ahora había realizado.

Siempre admiré cómo la Hispanidad fluía de él sin parar. Muchas veces lanzando un divertido dicho, un sabio refrán español cargado de verdades, o entonando viejas canciones de su lejana tierra.  La música y especialmente el canto, son los vehículos más veloces y eficientes para adentrarnos a otra dimensión. Aquella en habitan emociones y recuerdos de nuestros padres y tradiciones, muchas veces arrinconados por falsas prisas y prioridades. Descubrir esto a tiempo, puede constituir la diferencia entre, conocerse de verdad o pasar por la vida carente de una identidad plena. 

Nos dejamos de digresiones y volvemos a nuestro amigo Emilio. Bastaban para él un par de atentas orejas amigas y con gran sentimiento, dejaba salir de su garganta bellas canciones españolas. Coplas, jotas, pasodobles y bilbainadas, deleitando a todos y despertando en muchos esos recuerdos y emociones a que me refería, los que se encuentra postergados por nuestras prisas.

Son muy pocos ya los inmigrantes originales que aún nos acompañan, los de la generación de Emilio, la de nuestros padres, tíos y abuelos. Si no cuidamos su legado, ya no podremos hablar de instituciones españolas. Solo estaremos ante bellas instalaciones, pero no españolas. Su alma, su combustible vital, que es la Hispanidad, habrán irremisiblemente desaparecido…

A propósito de esto, se me vienen a la mente unas maravillosas palabras que, el reconocido escritor francés Antoine de Saint- Exupéry, puso en boca de su inmortal personaje “El Principito”: “lo esencial es invisible a los ojos”. 

Hace solo unos días y por mera casualidad, entre libros, discos y partituras, me topé con un pequeño, pero al mismo tiempo gran tesoro: un CD que contiene un puñado de viejas canciones interpretadas por Emilio. Me lo regaló hace años y siendo sincero, ignoraba su actual paradero. En su carátula se encuentra escrito lo siguiente: “Emilio, “El Sacristán”, España en mi voz”. Luego, en la cara superior del propio CD, se puede leer: “Canciones de siempre que me han acompañado toda una vida”. Lo volví a oír y de inmediato me sentí transportado en el tiempo y en el espacio: a varios años atrás, al patio andaluz de nuestro Estadio.

No estoy seguro de si era bueno para el dominó, el tute o el “subastao”, habría que preguntarles a sus viejos amigos, riojanos, asturianos y gallegos, pero si era un campeón cantando. Un muy fiel exponente de lo que eran nuestros viejos inmigrantes, responsables de que nos encontremos todos unidos, leyendo este tributo y recordando a Emilio, “El Sacristán”.

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