Los Almacenes Giménez: una joya de la arquitectura sevillana en Antofagasta

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Por Juan Antonio García Cuerdas

Inaugurado en 1924, fue el mayor y más moderno edificio comercial de la zona norte de Chile. Su impulsor, el español Ismael Giménez y Giménez, transformó sus sueños en una realidad perdurable, alzando en Antofagasta una réplica de una joya de la arquitectura regionalista sevillana.

Se cerraba el siglo XIX y los tiempos no eran fáciles ni prometían mejoras para las reducidas labores de labranza y ganadería de los habitantes de la Sierra de Cameros, entonces parte de la provincia de Logroño, hoy denominada provincia de La Rioja. El esplendor y prosperidad de la secular trashumancia de la oveja merina ya era un recuerdo y la jornada diaria estaba enfocada en el cultivo de una tierra yerma y poco generosa que padecía los rigores de un clima montañoso de extremada dureza.

Una intensa sangría de jóvenes que emigraban con poco más de quince años venía afectando a esta comarca desde inicios de ese siglo. Los destinos preferidos estaban en el sur de España; Andalucía y Extremadura. Gran parte de estos jóvenes zagales se radicaban allí seducidos por el clima cálido y placentero que tornaba el carácter animado y expansivo, logrando prosperar en el comercio y la industria al amparo de parientes radicados con anterioridad. Hacia fines de la centuria la emigración había comenzado a dirigirse también hacia Argentina y Chile.

Nieva de Cameros no escapaba a esta realidad y veía disminuir su población juvenil año tras año. El matrimonio formado por Ciriaco Giménez Losilla y María Casimira Giménez Blanco, sabía que no podía sustraer a sus hijos de este destino. Tres de ellos (Ismael, Dominica y Benjamín) emigrarían a Chile. Ismael, nacido el 14 de marzo de 1882, hizo sus estudios básicos en Nieva y antes de la llegada del nuevo siglo ya se encontraba trabajando como dependiente en uno de los comercios del centro de Sevilla, propiedad de cameranos. Durante su estadía en esta histórica ciudad, nacería su amor incondicional por ella que lo acompañaría el resto de su vida.

Ismael Giménez emprende el rumbo hacia el norte de Chile

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que dejase atrás la capital hispalense y emprendiese, con renovadas esperanzas, el rumbo hacia Chile, donde llegó en 1910. El puerto de Taltal, situado en el árido Norte Grande de Chile, lo aguardaba con una oferta de trabajo en la tienda de un coterráneo. En ese tiempo, tres familias españolas procedentes de Nieva de Cameros tenían en esa localidad importantes establecimientos comerciales. Taltal, impulsado por el auge de la explotación del salitre que desarrollaban dieciocho oficinas cercanas, era un hervidero económico en el que los comercios producían cuantiosos beneficios a sus dueños.

Sin embargo, el puerto y ciudad de Taltal con sus calles polvorientas y toscas casas de madera, que en 1912 cobijaba a unas quince mil personas, le debe haber parecido un escenario menor a don Ismael para ver cumplidos sus sueños. En cinco años juntó un pequeño capital y decidió establecerse por cuenta propia en la cercana ciudad de Antofagasta, capital de la provincia, que contaba entonces con una población cercana a los 35.000 habitantes. En 1915, asociado con el gallego Enrique Longueira Castro, estableció su primer comercio de venta de ropa y productos importados bajo el nombre de La Camelia (1). Un año más tarde retornó a Taltal por breves días con la intención de casarse. Allí había conocido a la también riojana María del Valle Hoyuelos, con quien regresó a Antofagasta (2).

La fortuna comenzó a sonreírle desde un inicio. La Camelia vendía incesantemente sus productos a los enriquecidos antofagastinos y a los obreros que bajaban de las 45 oficinas salitreras situadas a su alrededor. La fiebre del “oro blanco”, como era conocido el salitre, lograba que el dinero circulara vertiginosamente y así los beneficios pecuniarios de ambos socios se fueron multiplicando prodigiosamente durante la década de 1910. Antes de 1920 Longueira se retiró de la sociedad para regresar a España y quedó don Ismael como socio mayoritario.

Su gran sueño dorado comienza a materializarse

En 1918 compró un sitio cercano a La Camelia, estratégicamente situado en la esquina de la calle Matta con Baquedano. Pocos meses después de esta adquisición volvió a España junto a su mujer, para visitar a sus respectivas familias, y de paso regresó a Sevilla. Un día, caminando por el casco antiguo de esta ciudad, se detuvo con asombro frente al edificio que acogía a una gran casa comercial llamada Ciudad de Londres, en la calle Cuna. Era un formidable edificio de cuatro plantas, tres de ellas comerciales, de estilo neomudéjar con claras reminiscencias moriscas y proyectado en 1912 por el conocido arquitecto sevillano José Espiau y Muñoz, quien también diseñaría durante la década siguiente el Hotel Alfonso XIII de esa ciudad (que hoy sigue siendo uno de los más lujosos de España). Absolutamente fascinado por el inmueble, buscó a Espiau y compró los planos para alzarlo en el terreno que acababa de adquirir en Antofagasta. Esta construcción cobijaría a la gran tienda que tenía en mente levantar (3).
De regreso en Chile contrató al joven arquitecto y constructor catalán Jaime Pedreny Gassó, residente en Antofagasta –donde había ganado merecida fama por sus variadas obras– y en conjunto dieron inicio a la gran tarea. Pero Pedreny no se limitó solo a copiar; desarrolló una personal reproducción de mayor envergadura (4) (con mayor número de metros cuadrados por planta) y efectuó variaciones (modificó los balcones de la esquina ampliando el número de arcos de herradura, trasladó una tercera “torre” lateral desde la derecha hacia la izquierda, etc.) trocándolo en un edificio, a nuestro juicio, más imponente que el original. Los trabajos se iniciaron en 1921, en medio de una crisis de las exportaciones salitreras que había comenzado en 1919 y que duraría hasta 1922 (5).

Durante tres años los vecinos veían con estupor como iba tomando cuerpo esta bella edificación de caprichosas y desconocidas formas geométricas, con 28 metros de altura, cinco pisos y una gran terraza. La mayoría de los materiales debieron ser importados. El cemento era de procedencia sueca, la cerámica que tapiza partes de la fachada fue traída de Sevilla y los forjados ornamentales y vidrieras de diferentes partes de Europa (6). Muchos pensaban que con la economía por los suelos era un verdadero derroche y una locura seguir adelante con esta colosal obra que no tenía parangón en esta pequeña ciudad periférica ni en ninguna otra al norte de Santiago. Sin embargo, don Ismael no se amilanaba y seguía adelante con su edificio, soñando con ver ese jirón de España erguido lo más pronto posible. Pero no sólo el exterior evocaba a Sevilla. El quinto piso, destinado a habitación de la familia, fue decorado por el pintor chileno Sixto Rojas (el mismo que intervino artísticamente los muros del Centro Español de Iquique) con murales representativos de imágenes emblemáticas de Sevilla (el Parque de María Luisa, La Giralda, la Catedral) y de rincones populares de esa ciudad.

El fervor hispanófilo de don Ismael quedaba en evidencia no solo en esta edificación, también en otras circunstancias, como en la festiva “cuña” propagandística –las que publicaba con frecuencia en la prensa y destacaban por su originalidad–, que mandó colocar en un diario de la ciudad el 12 de octubre de 1924:
Se inaugura una joya arquitectónica que acoge a la primera tienda por departamentos del norte de Chile    
A fines de 1924 la muerte de su pequeña hija María, con dieciocho meses de edad, retrasó la inauguración de la obra. Superando el dolor de la triste pérdida, la ceremonia se efectuó de manera discreta el 17 de diciembre de ese año. La ciudad finalmente observó asombrada el tamaño de esta edificación y su belleza blanquecina salpicada por azulejos multicolores. Los antofagastinos se encontraron con una genuina y pionera tienda por departamentos que daba cabida a todo tipo de secciones (ropa, zapatería, sastrería, juguetes, etc.) y que contaba con un ascensor Schindler para comunicar las diferentes plantas. Fue el primero de la ciudad y del norte de Chile. El costo de la obra fue de aproximadamente 1.500.000 pesos chilenos (7), equivalentes a 40.661 libras de la época (8). Cifra que actualizada al año 2021 corresponde a unas 2.470.000 libras esterlinas (9).
Los años siguientes fueron de gran prosperidad económica y los Almacenes Giménez marcaron la pauta comercial de la ciudad, con sus productos importados y de confección nacional, obteniendo una merecida fama. Sin embargo, una profunda crisis mundial se hallaba a la vuelta de la esquina.

La crisis económica obliga a bajar temporalmente las cortinas de los Almacenes Giménez

Hacia fines de la década de 1920 la economía chilena fue duramente golpeada por la crisis de la industria salitrera, que ya venía en los años previos mostrando señales intermitentes de decadencia. La crisis esta vez sería definitiva. El oro blanco ya no podía competir con el nuevo salitre sintético. Por su parte, la Gran Depresión se hizo presente a inicios de la década de 1930 y la economía mundial y local se vieron afectadas por una profunda recesión. En Antofagasta escaseaba el dinero circulante, los clientes ya no compraban y los mostradores estaban vacíos. La población comenzó a emigrar hacia Santiago.

Esta violenta baja de las ventas acercó a los Almacenes Giménez a una virtual quiebra. Don Ismael se resignó a las adversas circunstancias y previsoramente decidió cerrar la tienda, esperando tiempos mejores. Empero, su fe inquebrantable lo mantuvo con el espíritu en alto. Se empleó como sastre en una casa importadora alemana y siguió luchando confiado en un futuro mejor. De lunes a sábado estaba detrás de un mostrador y en las noches trabajaba cortando y cosiendo ropa junto a su mujer, la que vendía los fines de semana visitando ciudades y pueblos cercanos. Volvió a juntar los recursos necesarios y logró reabrir los Almacenes un año más tarde. Esta vez lo acompañaba en el intento el mayor de sus hijos, también llamado Ismael (1917), quien continuaría en adelante asociado junto a su padre. La recuperación duraría largos años y los Almacenes Giménez lograrían continuar vigentes varias décadas más, incluso abriendo sucursales, para finalmente rendirse ante la modernidad y bajar las cortinas en agosto de 1985.

No fue su dedicación al comercio lo único que motivó a don Ismael, también destinó su tiempo al desarrollo de actividades filantrópicas en beneficio de la comunidad. En 1924 fue elegido presidente del Centro Español, institución en la que posteriormente fue ocupando otros cargos directivos. Asimismo, fue director de la Sociedad Española de Beneficencia, socio y benefactor de la Bomba España y participó en la fundación de la Cámara de Comercio local (10).

Los años finales y su legado espiritual

Don Ismael efectuó un segundo viaje a España en 1965, con 81 años de edad, junto a su mujer. Sería el postrero, pues tres años después, el 17 diciembre de 1968, su corazón dejó de latir en el mismo edificio que sus sueños quijotescos habían contribuido a levantar. Meses después lo siguió María su mujer.

A pesar de los largos años transcurridos desde su deceso, el espíritu jovial y romántico de don Ismael sigue presente en el recuerdo de su prolífera descendencia y también encarnado en este edificio patrimonial, con un asomo quizás ya de eternidad, reflejada en una frase que don Ismael pronunciara en su inauguración, ese lejano día de diciembre de 1924: “Tendrá que caerse toda la ciudad antes que se derrumbe mi casa” (11).

NOTA

(1) Esta crónica es una reedición corregida, ampliada, ilustrada y con referencias bibliográficas, del artículo que bajo el título “Los Almacenes Giménez” fue publicado por este autor en el Boletín Informativo de la Asociación Benéfico-Cultural Nieva de Cameros y Montemediano, nº 24, año 2008, págs. 65-69.

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS Y ORAL

(1) Joaquín y Roque Blaya, (editores), Álbum España y América, Tomo-Chile (Santiago: Imprenta y Lit. La Ilustración, 1926), 5-8 (en sección Extremadura). 

(2) Juan Panadés y Ottorino Ovalle, “Monografía histórica de la colectividad española en la ciudad de Antofagasta” en Baldomero Estrada (editor), Inmigración española en Chile, Serie Nuevo  Mundo: Cinco Siglos, no. 8 (Santiago: Universidad de Chile, 1994), 43.

(3) José Miguel Aguirre Giménez, “Ismael Giménez y Giménez”, en Forjadores de Antofagasta: 148 años de historia (Antofagasta: Corporación Proa Antofagasta-Universidad Católica del Norte, 2014), 146.       

(4) Mahuro Souza Rocha, “La arquitectura de inspiración árabe en Chile durante el siglo XX: el caso de la casa Giménez de Antofagasta y sus referencias al neomudéjar de Sevilla”, Revista Notas Históricas y Geográficas 20 (enero-junio, 2018): 263.

(5) Luis Ortega Martínez, “La Crisis de 1914-1924 y el Sector Fabril en Chile”, Historia 45vol. 2 (julio-diciembre 2012), 439.

(6) Juan Panadés y Ottorino Ovalle, op. cit., 43.

(7) Floreal Recabarren Rojas, Episodios de la vida regional, (Antofagasta: Corporación Proa Antofagasta-Universidad Católica del Norte, 2002), 159.

(8) El tipo de cambio promedio utilizado para el período 1921-1924 fue de 36.89 pesos chilenos por una libra esterlina. Ver Salvatore Bizzarro, Historical Dictionary of Chile, 3ª ed. (Lanham, MD: Scarecrow Press, 2005), 276.

(9) Para actualizar el poder de compra de la libra al año 2021 se utilizó, la siguiente página web: https://www.measuringworth.com/calculators/ppoweruk/ (hemos usado el concepto “real wealth”, que nos entrega una cifra aproximada a la realidad).

(10) José Miguel Aguirre Giménez, op. cit., 146.

(11) Floreal Recabarren Rojas, op. cit., 159.

(12) Conversación sostenida con Ismael Giménez Torre el año 2012.

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